La solidaridad en tiempos de Covid-19

La situación provocada por la irrupción de la pandemia del Covid-19 está modificando previsiones, planificaciones, voluntades e ideas en muchos ámbitos de lo individual y colectivo. También en el modo de entender y practicar la solidaridad.

La sociedad modifica sus pensamientos, preocupaciones y ocupaciones como reacción a la extraña situación que nos está tocando vivir. Covid-19 está provocando cierta reordenación de las creencias y los valores personales y universales, así como su peso y trascendencia, con un efecto directo en la toma de decisiones y en las acciones relacionadas con la solidaridad.

Covid-19 cambia las prioridades sobre muchas cosas, siendo una de ellas la solidaridad. Sentimos y percibimos amenazas para las que no estábamos preparados o que simplemente nos han sobrevenido. Así, las prioridades de hoy son distintas a las de ayer. En consecuencia, aparece un modelo diferente de comportamiento solidario compuesto de tres niveles interrelacionados en cadena que, aun habiendo estado presentes en otros momentos, ahora se perciben más claramente.

  • Nivel 1.- Yo / Tú / Ellos / Aquellos
  • Nivel 2.- Aquí / Allí – Cerca / Lejos
  • Nivel 3.- Visible / Invisible

El modelo describe una sociedad que se preocupa y se ocupa de las cosas de una forma más racional que emocional, y claramente más extrema. Aunque en el fondo sigue siendo lo emocional lo que rige nuestras decisiones, lo racional se ha acentuado, incluso en aquellos individuos poco proclives a ello.

 

Nivel 1: prioridad instintiva

En este nivel, lo que nos preocupa y ocupa no es otra cosa que nosotros mismos (yo). La principal prioridad soy yo mismo. Es una reacción instintiva y natural ante una amenaza. Después, la prioridad son las personas o entes más próximos o que percibimos como tales. Son los “tú”, generalmente la familia y poco más. En un tercer escalón de pensamiento, decisión y acción, nuestra atención se centra en un entorno cercano más amplio y permeable, como sería el de los amigos o los compañeros de trabajo. Son los “ellos”. Finalmente, en la frontera de nuestro entorno están “aquellos”, personas o entes con los que no mantenemos un vínculo realmente potente (emocional + racional) y que para un “yo” no son prioridad ante una situación como la actual.

 

Nivel 2: solidaridad km 0

Esto nos lleva al siguiente nivel. En este, diferenciamos entre aquí / allí o cerca / lejos. Hoy somos más sensibles y receptivos ante aquello que ocurre cerca o que sentimos que nos afecta de forma directa. Priorizamos según vemos, no según nos dicen haber visto. Solidaridad de km 0 o personal (tú, ellos), frente solidaridad impersonal (aquellos).

 

Nivel 3: visible vs invisible

Necesitamos apaciguar nuestra conciencia frente a determinadas situaciones que entendemos injustas o penosas. Como no siempre está en nuestra mano resolverlas, confiamos en las de terceros, las grandes organizaciones no gubernamentales. La tranquilidad de conciencia invisibiliza el problema. Sin embargo, cuando la situación es cercana, tanto como lo es ahora, es más difícil no actuar o hacerlo de forma pasiva.

Actuamos de forma más proactiva y directa frente a lo visible, a lo que tenemos delante. Nos preocupa y ocupa lo cercano, empezando por el yo y acabando por el aquellos. De aquí a allí. Visible o invisible.

 

En tiempos de Covid-19, ¿dónde queda la Solidaridad?

Evidentemente, la solidaridad está presente en nuestros días.  De hecho, me atrevo a afirmar que más presente y activa que antes de la pandemia, solo que su comportamiento se ha visto modificado según describe el modelo de los tres niveles. Las prioridades han cambiado. En consecuencia, también las decisiones y las acciones de los individuos y los colectivos en lo concerniente a la solidaridad.

Vemos como las grandes organizaciones tipo Cruz Roja, Caritas o Banco de Alimentos se ven desbordadas por el crecimiento de la demanda. Al mismo tiempo, crecen el volumen de donantes y las donaciones, aunque baje la donación media, así como el número de voluntarios. Estas grandes organizaciones asumen un rol destinado a resolver en lo posible problemáticas globales, de algún modo instaladas, conocidas, reconocidas y asumidas socialmente, aunque poco visibles en la cotidianeidad y con un perfil anónimo (está compuesto por personas “invisibles” a la masa).

De forma paralela, también vemos como se organiza y crece la solidaridad local. Se adaptan, potencian y mejoran las estructuras existentes, ampliando su actividad, incluso en algunas que a priori no le son propias o que hasta ahora no se contemplaban como tales. Sería el caso de las asociaciones de vecinos, que amplían sus funciones en auxilio de personas vulnerables o afectadas por la situación económica.

La red local se complemente con acciones o actuaciones en un ámbito más todavía más próximo, como puede ser una comunidad de vecinos o las múltiples acciones espontáneas que surgen en todo tipo de organizaciones, incluso de forma mancomunada entre ellas.

Estos ejemplos locales (yo) procura resolver o minimizar situaciones muy visibles en su entorno (tú). Son acciones destinadas a personas a los que se les pone cara y nombre.

Así, se puede afirmar que la red solidaria social actúa respondiendo a los criterios de los tres niveles.

  • Grandes organizaciones o globales = ellos / otros / lejanos / invisibles
  • Pequeñas organizaciones o locales = ti / nosotros / cercanos / visibles

 

Lo mismo a repartir

Las necesidades sociales han aumentado desde la declaración del estado de alarma y el confinamiento. Muchas familias han perdido sus ingresos o han visto cómo se reducían. El nivel de ahorro de una familia media es poco menos que inexistente y rinde para pocos meses vista. Las ayudas estatales, si llegan, lo hacen mal y tarde. La crisis económica está presente en buena parte de la población española.

No al mismo ritmo, pero sí al mismo tiempo, las iniciativas solidarias se han multiplicado para dar cobertura a las nuevas y crecientes necesidades. La solidaridad y ayuda procedentes de la sociedad civil ha crecido en volumen, descentralización, nodos de atención y distribución, cobertura geográfica y también en la obtención de recursos fruto de su persistente actividad. Pero también ha crecido el número de beneficiarios, de hecho, más que los recursos, lo que obliga a una redistribución de estos. Dicho de otra forma: el aumento de la demanda es mucho mayor que el aumento de la oferta. Algo más de recursos para mucha más demanda. En consecuencia, la balanza está más desequilibrada hoy que hace unos meses atrás. Somos más donantes, con menos capacidad, para muchos más beneficiarios, con mayores necesidades.

Para paliar el déficit, se apela constantemente a la solidaridad de la ciudadanía. Se multiplican las acciones de ayuda. La sensación es que llueve sobre mojado.

 

La solidaridad individual

Ante las múltiples peticiones -opciones- de actuar solidariamente, el individuo que además de poder quiere ejercitarla está cambiando su comportamiento. Es más consciente de su situación y de la de los demás. Ha tomado consciencia que los problemas son cercanos, tangibles, que están ahí delante y que ahora, a diferencia de otros tiempos, tiene cara, nombre y apellidos.

Esto nos conduce a un modelo de acción solidaria más consciente y, por ende, racional. El modelo de los tres niveles toma sentido y protagonismo en la decisión y acción individual. Yo puedo ayudar a mejorar tu situación. Aplico el modelo de los tres niveles a la hora de decidir qué hacer, cómo hacer, dónde hacer y para quién hacer. Porque lo importante, el porqué lo hacemos, no se ha movido de nuestra voluntad. Es más, lo tenemos claro y es permanente: soy solidario.

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